Reflexión para este domingo 29 de marzo

¨Mi alma alaba la grandeza del Señor; mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.¨ Lucas 1:46-47

Hoy tendríamos culto en nuestra congregación, y cada vez que tenemos culto, tenemos un espacio de alabanza. ¡Y qué lindo es alabar a Dios! El alma se engrandece, reconocemos la majestuosidad y el poder de Dios, y nos sentimos inmensamente bendecidos de ser llamados hijos suyos. Hoy podríamos haber cantado el himno 94 de nuestros libros de misa, y quizás lo podamos hacer en casa:

Demos gracias al Señor, demos gracias,
Demos gracias por su amor.
Demos gracias al Señor, demos gracias,
Demos gracias por su amor.

En la mañana que se levanta
El día canta y yo canto al creador.
En la mañana que se levanta
El día canta y yo canto al creador.

Por la mañana las aves cantan
Las alabanzas a Dios el creador,
Y tu mi amigo ¿por qué no cantas
Las alabanzas a Cristo el Salvador?

Nuestro espíritu se colma de alegría después de cantar una alabanza. El alma se engrandece y sentimos una enorme dicha en nuestro corazón, un gran privilegio al poder disfrutar la vida, las pequeñas cosas que hacen plena la existencia, que borra o minimiza aquello que antes nos entristecía. Pone las cosas en su lugar justo, nos invita a levantar la vista, a dejar de centrarnos en nuestros pequeños egos y a colmar de paz nuestro corazón.

Es María, la madre de Jesús, quien hoy nos regala esta hermosa alabanza: ¨Mi alma alaba la grandeza del Señor; mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.¨ ¿Qué motiva a esta mujer a pronunciar esta alabanza? Se siente bendecida por Dios, se siente privilegiada porque Dios ha puesto sus ojos en ella, se siente dichosa, al darse cuenta que, pese a su humildad, es realzada por Dios. A pesar de las circunstancias adversas en las que vive, con un embarazo sin estar casada, a pesar de las dificultades que podrán sobrevenirle ella se siente ricamente bendecida. Su vida no es un cuento de hadas, pero ello no quita que se sienta alegre y feliz.

La vida de ninguno de nosotros es un cuento de hadas, porque esos son solo cuentos. Nuestra vida también posee sinsabores, dificultades, a veces nos inunda el miedo, el temor ante las posibles dificultades se apodera de nosotros.
El gran problema sería dejar de cantar alabanzas, dejar de sentirnos ricamente bendecidos por el Dios de la vida, dejar de sentirnos privilegiados en este mundo, dejar de sentir la dicha de ser llamados y amados como hijos del Salvador.
Y María canta, y el canto se eleva, y ella también. Esa es la alabanza de este domingo, la de ella, que se hace nuestra. Porque nuestro Dios ha puesto sus ojos sobre nosotros, a pesar de nuestra pequeñez y humildad, y podremos sentir que el Todopoderoso ha hecho en nosotros grandes cosas. ¡Santo es su nombre!
Que en este domingo nuestra alabanza nos llene de paz y alegría. Amén.

Un comentario

  1. EXCELENTE. GRACIAS MARTIN ES UN BALSAMO PAR EL ALMA.
    SOLA NO PUDE CANTAR EL SALMO.
    UN CARIÑO GRANDE Y HASTA PRONTO.

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