(Publicado el 22-03-2020)
¨No trabajen por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y que les da vida eterna.¨ Juan 6:27
¨Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre; y el que cree en mí, nunca tendrá sed.¨ Juan 6:35
Muchas veces nos cuesta visualizar las cosas verdaderamente importantes de nuestra vida, y como solemos decir: a veces el árbol tapa el monte.
Estos tiempos que estamos viviendo nos llevan a mirarnos a nosotros mismos, a meternos en nuestra propia identidad y a reflexionar sobre lo que consideramos como verdaderamente importante, lo más relevante para nuestra vida. Por lo general estamos muy ocupados y atareados en tantas cosas que no nos resulta sencillo hacer un parate para mirarnos en donde estamos parados, en qué ocupamos nuestro tiempo y nuestras energías, y sobre todo, y lo que es aún más importante, a dónde vamos. Porque nuestra vida tiene una dirección, que le hemos impreso. No todo depende de nosotros, muchas circunstancias son externas e impuestas, pero lo relevante es que hacemos con todo eso. ¿Qué hago con mis sueños? ¿qué hago con mis dolores, o con mis angustias, o con mis alegrías, o con mis desaciertos, o con mis ¨éxitos¨? ¿con quién comparto mi vida, en quién deposito esperanzas? ¿Por qué a veces digo que sí, cuando en realidad no quiero hacerlo? ¿Para qué hago tales o cuales cosas? Son muchas preguntas, y las respuestas no siempre vienen fáciles, y a veces las respuestas pueden ser no agradables.
Y en esto viene Jesús a decirnos: ¨No trabajen por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y que les da vida eterna.¨ Puede ser que Jesús esté metiendo el dedo en la llaga. Y es muy bueno que lo haga, para que la mirada interna cobre aún más fortaleza y determinación. Él viene a nuestro encuentro, a nuestro profundo encuentro, al encuentro de nuestras miserias y de nuestras virtudes, no para hundirnos, sino para realzarnos, para darle luz a la oscuridad, para iluminar todo aquello que por tanto tiempo hemos dejado en tinieblas. Lo bueno de todo esto es que Jesús se va a quedar para escuchar nuestras respuestas, va a poner el hombro para que se recline nuestra cabeza, va a extender su mano sobre nuestro rostro para hacer suyas nuestras lágrimas, va a envolvernos en un profundo abrazo para que no caigamos. Él se va a quedar, siempre, porque él es el pan de vida, y el que va a él nunca tendrá hambre y el que cree en él nunca tendrá sed.
Puedo reconocer que aún tengo hambre de verdad y de amor, de justicia y paz, de sinceridad y alegría. Me doy cuenta que en mi vida hay sed, sed de Dios.
Que este tiempo de cuaresma antes de la Pascua sea el tiempo de encuentro profundo con este Jesús que viene para quedarse.
Martín Olesen